Podemos denominarlas como queramos: inteligentes, sostenibles, digitales, humanas, creativas, pero lo que está claro es que siguen una misma línea, un mismo canal a seguir, un mismo eje conductor que preocupa a sus gestores: su sostenibilidad (en el territorio, ambiental, económica o social). El espacio juega un papel fundamental en las ciudades de nuestros días y, de ahí, su planificación. Estas urbes necesitan de unos sistemas de gestión bien desarrollados y certeros para manejar volúmenes ingentes de datos, los cuales han de ser abiertos, Open Data.
Como decía Carlo Ratti, el problema real está en trasladar el mundo físico al digital:
“Básicamente, estamos construyendo una copia digital de nuestro mundo físico y está teniendo profundas consecuencias”
(Carlo Ratti, director del Senseable Cities Lab del MIT).
¿Por qué en la ciudad han de existir datos abiertos?
El open data posibilita el manejo de información a gran escala, no sólo local, sino global. Los datos han de ser abiertos, asequibles para toda la población, ¿por qué? porque generan valor.
El valor de los datos reside en la capacidad del usuario para manejarlos, para utilizarlos y aprovecharlos a su antojo. Los datos son la base fundamental de las decisiones en la organización territorial, en la ordenación del espacio. Nos advierten de situaciones anteriores, su evolución, para poder prever lo que ha de acontecer. Nos permiten anticiparnos.
La información es fundamental para todos los ciudadanos. Es importante para la gente, para los empresarios, para los emprendedores, etc. Es necesaria tanto en el ámbito social, como para los negocios. En el ámbito económico, sorprende la demanda de datos públicos por parte del sector del emprendimiento. Pero no sólo estos, empresarios consolidados e incluso los negocios tradicionales, quieren y siempre han querido datos.
Además, la ciudadanía tiene la necesidad de conocer los detalles de su ciudad: la gestión de los fondos públicos, el uso de las infraestructuras, la salud o la educación. Tuso de estos datos se traduce en una mejora en la rentabilidad de tiempo, la gestión de sus tareas, la consecución de sus objetivos. En definitiva, la transparencia es esencial para conseguir llegar al bienestar.
Los gobiernos, sea cual sea su escala, han de “abrir” los datos. Ponerlos a disposición del usuario -empresas, universidades, particulares, etc.- se hace fundamental. La lucha por la transparencia es una batalla ahora también abierta, en la que aún queda mucho por recorrer. Estos datos, además han de ser homogéneos para su utilización y reutilización, encontrarse estandarizados lo que permite su cruce, rapidez en el análisis y en la capacidad de mando y gestión (sobre éstos y sobre la ciudad). Nuestras ciudades, regiones y estados, necesitan de una plataforma de datos global con la que poder trabajar. Sólo así se conseguirán resultados más fiables, prácticos y dinámicos.
Fotografía de Krishnan Srinivasan